¿Era el nazismo de izquierda?
Los think tanks y políticos de derecha (pero especialmente los libertarios) utilizan una serie de argumentos para definir al nazismo como izquierdista. Por esta razón, el problema de la posición ideológica del nazismo es revivido constantemente. En esencia, lo que dicen es que el nazismo presenta algunas de las características que también vimos en los países socialistas: colectivismo, control estatal de la economía, totalitarismo, y minimización del individuo1, lo que implica que los nazis eran tan parecidos a los izquierdistas que resultan indistinguibles de ellos.
El argumento parece plausible a simple vista, y quizá por eso muchas personas terminan aceptándolo. Pero tiene un problema grave. Si algo aprendimos de Hegel es que los fenómenos deberíamos analizarlos siguiendo la máxima de que la verdad está en el todo. Lo que el filósofo alemán quería decir es que nada se puede comprender bien por sí solo, aislado de lo demás. Para entender cualquier cosa debemos prestar atención a su relación con el todo. Por ejemplo, si queremos entender por qué una persona es pobre no nos basta con ver su historia personal en aislamiento. También es necesario que veamos las oportunidades que su país le brindó, los valores con los que creció, su clase social, el sistema económico global, el régimen político en el que vivió, etc.
Siguiendo a Hegel, el análisis de las ideologías políticas no se puede limitar a un cuadro comparativo o a un diagrama de venn. No basta, en efecto, con agrupar las ideologías a partir de sus políticas para clasificarlas. Hay que entenderlas en relación con el todo. Esto implica, como mínimo, comprender sus políticas a partir de su propio todo, es decir, sus principios rectores. Si hacemos eso, nuestra perspectiva se corrige con facilidad. Veamos al menos el principio esencial del nazismo y de la izquierda.
Jerarquías radicales vs igualitarismo
El nazismo es una ideología que pretende profundizar las jerarquías sociales hasta regresar a la lógica pura del amo y el esclavo. Esto es claro si uno lee a sus ideólogos. Hitler, en su libro Mein Kampf, explica una de las razones por las que detesta el marxismo: esta ideología niega lo que él llamaba el principio aristocrático de la naturaleza. Unos deben dominar por su fuerza y vigor, mientras otros deben obedecer, en el mejor de los casos, o ser exterminados, en el peor.
Lo anterior se refleja en el Generalplan Ost, es decir, el plan de los nazis para el oriente de Europa. Grupos humanos enteros iban a ser exterminados (como los latgalianos), mientras otros iban a ser decimados y reducidos a la esclavitud. En efecto, quienes quedaran vivos iban a someterse al principio aristocrático según lo entendía Hitler: obedecerían a sus “superiores” biológicos, i.e., los alemanes. La idea rectora de los nazis es que la justicia es lo conveniente a los más fuertes, siendo estos últimos los “arios”.
El supuesto socialismo nazi nunca buscó la igualdad, ni siquiera entre los mismos alemanes (los clasificó de acuerdo con su supuesta pureza racial) sino el establecimiento de jerarquías brutales de amos y esclavos. Desde la perspectiva nazi, su régimen sería criticable precisamente si fuese igualitarista. Un nazi no consideraría posible un nazismo que predique la igualdad de las razas, los sexos, los individuos, etc.
La izquierda, en cambio, pretende ser igualitarista. Esto no quiere decir que no haya llevado a cabo campañas de terror, o que no haya beneficiado a ciertos grupos étnicos sobre otros, pero su propósito oficial siempre fue el de la igualdad. La contradicción entre sus actos y su ideología es lo que la desprestigia a sus ojos y los de los demás, mientras al nazismo lo desprestigia precisamente la coherencia aterradora entre su ideología y sus brutales actos.
Cuando la izquierda ha fracasado desde la perspectiva de los habitantes de los estados izquierdistas es porque no ha hecho realidad su propósito igualitario. El caso más obvio es la rabia que los ciudadanos soviéticos sentían al ver a los jerarcas del partido comunista con lujosos carros alemanes. Desde la perspectiva izquierdista, su régimen es una decepción si no es muy igualitarista. Un comunista auténtico no consideraría válido un comunismo que predique y practique la desigualdad radical de los nazis. (Recordemos que para Hegel los Estados se transforman o desaparecen justo a partir de las contradicciones entre su noción ideal y sus actos).
El igualitarismo de la izquierda no es pura palabrería, en todo caso. Una de las características del maoísmo fue que pagaba exactamente lo mismo a los trabajadores, independiente de su productividad, como lo cuenta Milanovic aquí. Esto es completamente contrario al nazismo, pues allí la compensación económica nunca pretendió ser igualitaria. Un judío no podía ganar lo mismo que un alemán, ni un alemán lo mismo que un polaco, etc., pues negaría la justicia tal y como la entendían los nazis, es decir, darles más a los más fuertes. No es, entonces, solamente a nivel de la idea. En el acto, que viene precedido siempre de una idea, también aparece la diferencia entre el nazismo y la izquierda.
Para sintetizar, los ciudadanos de un régimen lo juzgan a partir de su idea rectora. La nazi es la desigualdad, mientras la izquierdista es la contraria, i.e., la igualdad. A pesar de que un régimen fascista y un izquierdista puedan llevar a cabo actos similares (exterminios, deportaciones, etc.), y a pesar de que puedan compartir totalitarismos horrorizantes, su idea rectora los separa.
Un nazi nunca se hubiese decepcionado si su régimen hubiese enviado tanques a países satélite, mientras Sartre, por ejemplo, condenó a la Unión Soviética cuando en 1956 invadió a Hungría. El izquierdista que acepte los exterminios de los regímenes comunistas tiene que hacerlo renunciando a sus ideales (aunque se diga otra cosa), mientras el nazi no tiene que contradecirse para aceptar los exterminios fascistas. Esa es una diferencia esencial a nivel ideológico.
Dado que los nazis negaban en sus palabras y en sus actos el principio igualitario de la izquierda, resulta irrelevante si usaban el apelativo de “socialistas”, pues no lo podían ser. Así se entiende por qué, a pesar de que el nazismo integraba torpemente ideas que podían ser consideradas socialistas (como el supuesto animalismo de Hitler, o los programas de bienestar para los empleados alemanes), estas operaban siempre bajo un principio rector abiertamente excluyente, jerárquico y antidemocrático, es decir, contrario al principio rector de la izquierda.
Hay otras diferencias importantes entre el nazismo y la izquierda. Pero creo que a partir de la incompatibilidad entre sus principios rectores nos va quedando claro que no son ni pueden ser lo mismo.
Esa igualación se basa, además, en serias distorsiones.